Ayer en el programa Volverte a ver conocimos la vida de David Aguilar. Tras él, una historia de superación personal preciosa. Un niño, ahora adolescente, que ha superado lo que a priori podría ser un handicap. David Aguilar nació con una malformación en el brazo derecho que impidió su normal desarrollo. A cambio David se encontró con un brazo deforme y sin mano. El joven explicó lo que esto supuso para el a lo largo de toda su infancia.
Frente a su narración, Pablo Chiapella lleno de emoción ante la hazaña de superación tan entrañable. Y es que David se ha construido una compleja prótesis con piezas de Lego. Dicha prótesis le permite coger cosas y verse menos limitado en su día. Los padres de David asistieron al programa para apoyarle porque están muy orgullosos de él. Por lo que supone la prótesis en si misma, pero también por la fortaleza de su hijo.

Volverte a ver

Pablo Chiapella abraza a David.


La alegría del joven al conocer al famoso actor y contarle sus vivencias, se ven empañadas en parte por el resto de historias que se sucedieron en el programa de Sobera. Parece que con frecuencia, las cadenas tienen la necesidad de crear este tipo de formatos donde la gente expone sus miserias, sus infidelidades o perdones a costa del morbo más lamentable. Problemas de ludopatía, o drogadicción,  relaciones paterno filiales rotas, abandonos, infidelidades o frustraciones que no pueden resolverse por el mero hecho de ser expuestos en un programa de televisión. Como si se tratase de problemas de fácil solución. Cómo si con asistir a un programa de la tele y contarlo el problema se quedase allí para siempre.
Resulta contradictorio que ante una historia de superación y fortaleza personal como la de David, tengamos que consumir tres o cuatro historias de debilidades que encontrarían mejor solución en la consulta de un psiquiatra o médico especialista. La audiencia es sabia, así que veremos la evolución de estos formatos.